Convertir la falta de vivienda que padecemos, especialmente los jóvenes, en una oportunidad y tomar partido en el cambio puede parecer ambicioso, casi idealista. Más aún si añadimos que debe ser asequible y sostenible. Pero lo cierto es que, tal como decía John Turner, nadie puede hacer mejor vivienda que sus propios usuarios. Nadie mejor que ellos conoce sus necesidades y preferencias y puede manejar mejor y de forma más eficiente los recursos disponibles.
Aunque hay experiencias relevantes en Latinoamérica, especialmente en proyectos de vivienda cooperativa como los de Uruguay, en la perspectiva europea, por culpa de un contexto normativo desfavorable, no es fácil saber quién se ha implicado en la construcción de su propia vivienda. Un buen ejemplo europeo sería el sistema de autoconstrucción basado en bastidores de madera y piezas de ferretería y bricolaje que el arquitecto Walter Segal desarrolló en la comunidad británica de Lewisham, en los años setenta.
En España, el arquitecto Santiago Cirugeda construye edificios —y también los deconstruye— de forma colaborativa. Los voluntarios se implican en la construcción de proyectos que después utilizarán y que quieren ser motor de cambio y mejora de las ciudades. Ha habido otras experiencias similares, como la ejecución colaborativa de algunas partes del edificio de vivienda cooperativa de la Borda, en Barcelona, o muchos otros proyectos de pequeña escala, desarrollados por arquitecturas comunitarias.
«¿Sabes la diferencia entre participación e implicación? En un desayuno de huevos con jamón, la gallina participa, pero el cerdo se implica. Cuando se trate de tus derechos, ¡SÉ UN CERDO!».
Esta sorprendente frase, tanto desconcertante como pertinente, estuvo colgada en la entrada de la Escuela de Arquitectura de Barcelona, durante varias semanas, en nuestros primeros años de carrera. Divertida y provocativa en un contexto académico inmerso en la corrección y la indiferencia hacia una realidad social afectada por la burbuja inmobiliaria. En ese contexto, los estudiantes organizaron —y se organizaron— varios cursos para implicarse en reivindicaciones vecinales.
En momentos de disconformidad con lo que vemos y con la realidad que vivimos, implicarse es inevitable. Para los jóvenes de hoy, la realidad va de vivienda como primera necesidad. Por este motivo, WikiHousing se convierte en una plataforma excepcional desde la que implicarse en la definición de cómo debería ser una vivienda asequible para gente joven. Pensado desde y para las personas usuarias, de forma colectiva en todo su proceso, desde el diseño, pasando por la ejecución y hasta el acto de habitar.
Durante un año, los talleres temáticos, tanto técnicos —entre otros, de carpintería, metalistería o instalaciones— como sociales —por ejemplo, sobre perspectiva de género, cuidados o relatoría—, permitirán la formación de los participantes en diferentes lugares de la ciudad y con colaboradores tan diversos como los Ateneos de Fabricación de los distritos de Barcelona, la Escuela Sert del Colegio de Arquitectos de Cataluña, la Fabra y Coats o Can Batlló, entre otros. Un proyecto de largo recorrido que cristalizará en momentos puntuales, el primero de los cuales será el montaje del prototipo, que ahora se pone en marcha. WikiHousing, como herramienta de código abierto, será un proceso adaptable a múltiples iteraciones, un proceso de aprendizaje continuo.
Este proceso permitirá que los implicados adquieran un conocimiento muy directo, tanto a nivel técnico —como suele ocurrir en los talleres—, como a nivel personal —plantearse qué significa decidir colectivamente y cómo se hace—. También en el desarrollo de la inteligencia colectiva y en la búsqueda de soluciones de forma colaborativa. Todo ello arraiga directamente a la persona a aquello que hace y a con quien lo hace, la comunidad y el entorno, aportando un valor intangible que enriquece a la sociedad a largo plazo.
Implicarse y no sólo participar, como decíamos. Participar es opinar, votar, es decir cosas sin la certeza de que alguien recogerá nuestras ideas para llevarlas a cabo. Implicarse es tomar las herramientas. Es no esperar a que alguien responda a nuestras propuestas, sino ser capaces de construirlas. Es comprobar si las hipótesis planteadas aguantan la realidad, asumir la responsabilidad de nuestras decisiones, pero también recoger su aprendizaje. Pero lo más ilusionante es hacerlo en colectivo y saber que formamos parte de un proceso de cambio. ¿Nos atrevemos a construir la vivienda que deseamos? ¿Nos atrevemos a vivir en la ciudad que construimos?