Está aquí al lado,
Cerca,
aquí mismo
aquí al lado.
A la vuelta.
Ahí,
ahí, un poco más adelante,
te coge de camino.
Pero
mejor
vete por este lado. (2´)
Es mejor para ti
es mejor
[Camino rápido primo,
de vuelta a casa,
todavía,
camino rápido.]
Yo te voy a poner y a poner*
a tres cuartos las peras
y a dos las manzanas primita
y a tres las ciruelas (1)
Yo creo que te conozco
tú me suenas
¿De “quién eres”, dices?
Me suenas…
pero no caigo
ahora no caigo.
Da igual,
tu vente
que es mismo aquí
aquí al lado,
vente.
Caminas un poco más y ya llegas.
Vente conmigo.
Y llegamos y pasamos un rato
o me quedo yo,
¿Tú te quieres quedar?
Pues yo si.
Yo si me quedo.
Aquí mismo.
Porque quiero,
y porque puedo,
¿Tú puedes?
¿Tú quieres?
La Tana y la Juana
fueron por aceite
y las dos discutieron primita
con el dependiente (2)
Llámame
si te hace falta
claro
tú me llamas.
Y voy, si puedo
Voy contigo.
¿Tú cómo estás?
Dime.
O no.
O no digas nada
Yo me quedo aquí, igual.
A tu lado,
que está aquí mismo
Mismo aquí
A la vuelta
Al lado
Te vi por la corredera
como te estaba cayendo
una agüita calaera
Mismo aquí
A la vuelta
Si tú quieres, claro,
Y si puedes…
Cómo te estaba cayendo
a agüita calaera.** (3)
* Poema publicado en “Ensayos sobre la ciudad y los cuidados. Hacia una arquitectura de los cuidados” Ed. Urban Bat. Bilbao. 2019. p. 231.
** ” La Tana y la Juana.” Bulerías de Lebrija, Antonia Pozo ( 1909- ?).
NOTAS AL PIE:
(1) Comercio de proximidad
En una ciudad cuidadora, el comercio de proximidad es fundamental para articular una vida cotidiana compleja y rica. Lugares en los que nos podamos encontrar con las personas vecinas, donde tejer relaciones personales y sentimiento de comunidad.
Lugares que facilitan que ocurra la cohesión social, donde el conocernos nos hace sentir seguridad. El derecho a la autonomía, a ir caminando a por el pan y por el camino cruzarte cinco “buenos días”, con una movilidad cercana. Lugares donde compartir saberes cotidianos, “pues yo al gazpacho le echo pimiento”. Una trama urbana compleja, donde exista la mixticidad de usos, permite que en distintas horas del día haya actividad.
Te coge de camino, la ciudad que cuida incorpora los movimientos diversos de la vida cotidiana (de casa, al colegio de camino al trabajo comprar fruta que falta, acercarme al médico y pasar a ver a mi madre que estaba hoy algo pachucha…), no solo los lineales de la capa productiva (casa–trabajo, trabajo-casa). La ciudad que cuida a las personas que las habitan les hace posible acceder a todos los lugares
donde tienen que (o quieren) realizar sus actividades, de manera sencilla, próxima, permitiéndoles en su diversidad ser personas autónomas…
(2) Espacio público
Una ciudad cuidadora vela porque el espacio público sea un lugar que nos permita encontrarnos, que favorezca nuestra vida cotidiana en todas sus capas, que permita jugar y descansar, que permita la sombra y el sol, que permita hablarnos y escucharnos, que no esté privatizado, que no dependa si puedo y quiero pagar un café para poder estar juntas, y que sea accesible para todos los cuerpos con sus distintas movilidades y realidades. Que permita hacer cosas juntas y solas. Que permita improvisar y que cosas distintas sean posibles…Que nos permita dialogar, donde el conflicto intrínseco a una vida compartida se incorpore a los procesos urbanos, y donde podamos acompañarnos las vidas.
(2’) Las violencias sobre los cuerpos
Nuestras ciudades y su espacio público también son el territorio donde ocurre, entre otras cosas, la normalización de la cosificación del cuerpo de las mujeres y las niñas (desde la publicidad sexista hasta el acoso callejero). Una ciudad cuidadora no invisibiliza la violencia sexual a la que están expuestas las mujeres y las niñas y cuida que el acceso a lo público y la participación en el disfrute de lo cultural y el ocio sea igual para todas las personas. Tampoco ignora o invisibiliza las realidades de diferencia de clase, la vida de los cuerpos racializados, las edades y sus
necesidades diversas…
(3) La vivienda
Una ciudad cuidadora es aquella en la que conocemos a nuestras vecinas, donde podemos pedir sal y donde alguien nos trae un “cardito con yerbabuena pal resfriao que es mu güeno” porque nos ha llovido “una agüita calaera”.
El fenómeno de la proliferación de apartamentos turísticos, por ejemplo, ha incorporado a la realidad cotidiana de las personas vecinas una intermitencia de “vecinas temporales” que genera percepción de inseguridad, y que dificulta el diálogo necesario en las convivencias colectivas y complejas de los edificios comunitarios y de nuestras calles.
Una ciudad cuidadora nos permite percibirnos parte de un barrio y, para
ello, tenemos que poder quedarnos a vivir en el lugar, tener alquileres accesibles y seguridad de poder seguir viviendo el tiempo que necesitemos.
De la obra «Una cosa es una cosa, y otra cosa es otra cosa» de Isabel Martín. A Fortiori Editorial, 2021.